A la Clemátide (Clematis en nomenclatura botánica) se la conoce habitualmente por ser una de las plantas trepadoras con una floración más bella y espectacular.

Sus flores, con un olor que recuerda al jazmín, perduran durante semanas en la planta.

Como en los rosales, existen infinidad de variedades distintas, todas ellas «bautizadas» con diversos nombres y que básicamente se diferencian por las características que tienen las flores: Las hay grandes, pequeñas, redondas, acampanadas, rojas, blancas, amarillas, rosas, azules, violetas, etc.

La mayoría de Clemátides son de hoja caduca, aunque también las hay de hoja perenne. También hay variabilidad en lo que se refiere a la época de floración: las variedades más precoces florecen al inicio de la primavera, mientras que las más tardías no lo hacen hasta bien entrado el otoño.

Estamos ante una planta muy habitual en todas las regiones templadas de nuestro planeta, tanto del hemisferio norte como del sur, cuyo nombre procede del griego «klema» que significa rama trepadora. En Inglaterra, donde hay mucha tradición en su cultivo, se la conoce por el nombre de «Alegría de los Viajeros«, ya que acompaña al caminante a lo largo de los caminos de la campiña inglesa.

En contra de lo que todo el mundo cree, la Clématide es de muy fácil mantenimiento. Tan solo hemos de seguir una serie de indicaciones y obtendremos un premio seguro:

* Ubicación de la planta a pleno sol, procurando mantener el suelo que ocupan las raíces a la sombra. Por este motivo, y para evitar que se calienten las raíces, nunca la plantaremos en macetas de plástico, y mucho menos de color negro.

* Evitar heladas fuertes.

* Substrato fértil y muy húmedo. Los riegos han de ser constantes durante la época de crecimiento de la planta.

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