¿Has notado últimamente un aumento de la agresividad en tu gato? ¿Ha perdido el apetito? ¿Maulla excesivamente?…

Estos son solo algunos de los síntomas que pueden indicar que tu gato está sufriendo estrés. ¡Sí! ¡Has leído bien! Los felinos, al igual que las personas, también pueden ver alterado su estado por cambios en su zona de confort.

sintomas y soluciones del estres en los gatos

Hoy hablaremos de las causas más comunes que pueden provocar que tu gato sufra estrés. ¿Te gustaría acompañarnos?
 

Síntoma de estrés en los gatos

  • Un gato estresado y con miedo puede comenzar a hacer sus necesidades fuera del arenero y a marcar la casa.
  • Otros felinos con ansiedad permanecen inmóviles y se esconden bajo muebles y sofás.
  • Los gatos estresados, además, dejan de jugar.
  • El acicalamiento compulsivo también suele ser señal de que el felino padece ansiedad e, incluso, puede llegar a dañarse la piel y provocarse heridas.

Estos síntomas de estrés pueden ser motivo más que suficiente para acudir al veterinario, ya que la ansiedad perjudica el bienestar y compromete la felicidad del felino.

Por ello es tan importante saber qué factores pueden estresar a tu gato.

 

Miedo de otros gatos

Casi la mitad de los felinos se pelean con otros gatos de forma ocasional o más frecuente.

La causa de estrés más frecuente para un gato es el miedo a que su territorio sea invadido por otro felino, bien del barrio u otro que viva en su propia casa.

Si se tiene un jardín, este miedo puede resolverse de forma sencilla con el uso de cerramientos que eviten la entrada de otros gatos del vecindario.

Si se sospecha que el felino tiene miedo a otro igual con el que comparte la vida, los trucos para evitar peleas entre gatos podrán ayudar.

 

La llegada de un perro u otro gato a casa

La llegada de un perro a una casa donde ya vive un felino puede ser un motivo de estrés para el animal, en especial cuando no está acostumbrado a la convivencia con otros canes.

Esto no significa que perros y gatos no puedan ser grandes amigos, ni que dos felinos no puedan vivir en el mismo hogar y convertirse en compañeros inseparables; pero hay que conocer las pautas para lograrlo.

Algunas sugerencias para facilitar la adaptación del gato a la llegada de un perro a casa son grabar los sonidos de los ladridos en una grabadora (por ejemplo la del móvil) y reproducirla delante del gato varias veces al día.

gato-perro-juntos2

Al principio el volumen será más bajo y días después podemos, paulatinamente, elevar el sonido.

También podemos realizar algunos cambios en casa para adaptar la estancia a ambos animales. Una idea puede ser elevar el bebedero y comedero del gato a fin de que el perro no se coma su comida.

También se sugiere crear un refugio para el gato, es decir, una zona donde el gato pueda esconderse y estar relajado, sin que el perro pueda acceder.

El acercamiento debe hacerse poco a poco y siempre controlado. Tenemos que estar siempre presentes y el perro debería estar al principio atado. No forzar las cosas y entender que el gato necesitará su tiempo para adaptarse al recién llegado.

 

Los cambios y las mudanzas pueden afectar

Los felinos son muy sensibles a los cambios en su territorio. Si viven en una casa, esto afecta de pleno a la vivienda.

Basta con compartir una jornada rutinaria de limpieza en el hogar con ellos (con los consecuentes movimientos de muebles y la aparición de nuevos olores) para darse cuenta.

Los gatos son muy sensibles a los cambios en su entorno; cualquier modificación puede convertirse en un motivo de estrés que perjudique su bienestar.

gato3

¿Qué hacer, entonces? Las hormonas para gatos pueden ayudar, así como permitir al felino que explore con total libertad la estancia modificada.

Cuando se hace una mudanza o hay cambios importantes en la casa (reformas) es recomendable crearle un refugio donde se sienta seguro.

También no descuidar los juegos y los mimos que le damos durante esos días. 

 

Miedo a los castigos

Los gatos, como los perros, son animales afectivos que pueden llegar a desarrollar lazos emocionales muy fuertes con los humanos con los que comparten su vida.

Además, pueden ser educados, en contra de lo que muchos suelen pensar. Sin embargo, en esta tarea, el castigo no es un buen compañero. Los felinos no responden bien a los castigos: en lugar de aprender qué no deben hacer, las represalias suelen conseguir que el gato salga corriendo, atemorizado.

Además, el castigo es estresante para el felino y genera nuevos problemas de comportamiento, en lugar de solucionarlos.